domingo, 9 de noviembre de 2008

Capturas de la policía


Editorial de Jorge eliécer Orozco Dávila


Acerca de planes estratégicos de la policía colombiana para dar captura a los delincuentes, mucho se ha escrito a través de toda la historia de la institución que el pasado miércoles llegó a sus 117 años.
La policía se creó en Colombia para garantizar la defensa de la vida, la honra y los bienes de los ciudadanos. Durante el criminal negocio de la droga, ha pagado con la sangre de miles de sus hombres, el esfuerzo por restablecer el honor de la nación vilipendiada por el delito, mancillada por el crimen, vituperada por la perversidad y la corrupción. El tema de las capturas, de los operativos policivos para dar con las ollas en las que cocina la delincuencia, el de los allanamientos para poner presos a los operarios encargados de exterminar vidas y con el cuerpo del delito para que puedan ser sometidos al rigor de la justicia, tiene que ver con esta nota, dedicada a reconocer el trabajo, la experiencia de la Policía Nacional en el combate al narcotráfico, y sus inagotables esfuerzos por conseguir en su interior la transparencia, honestidad y decisión por alcanzar sus objetivos. Las enormes dimensiones de la corrupción han penetrado a la institución hasta enlodarla, empero, como ella es más importante que los hombres, la policía se ha levantado cuantas veces ha padecido las escaramuzas del mal. La policía captura a diario delincuentes de todos los pelambres. Lo que pasa es que la justicia señala límites y los actores del crimen gozan de las ventajas y prerrogativas que no tienen los agentes guardianes del orden y defensores de los bienes ciudadanos, de su vida y de su honra. Los ámbitos y las funciones policivas están limitados por un estado en el que parece que se legislara en beneficio de los delincuentes. Todos los días la policía los captura en flagrancia, pero todos los días la justicia los pone en libertad por falta de pruebas. Todos los días los agentes de la policía son agredidos física y verbalmente, sin embargo deben cuidarse de faltarle al ciudadano, de violar los derechos humanos. Los agentes no pueden violarlos, no deben hacerlo, lo que ellos sí pueden, es ser víctimas de los peores vejámenes, ultrajes, ofensas y lesiones. La policía está obligada, en el campo de los derechos humanos a conocer las normas; las de carácter nacional y las internacionales y no puede obrar si no es de conformidad con ellas. Y eso está bien. Hoy los comandos departamentales de policía al contrario de otros tiempos abren espacios para informar y enterar a los hombres de la institución acerca de todas estas normas. Los policías están en el deber de guardar compostura. Con patriotismo, solidaridad y urbanidad. Tienen que hacerlo, porque es un deber de la autoridad y ellos lo son. La policía debe fortalecer sus acciones siempre apuntando al reconocimiento de las garantías ajenas. Sin pensar en las suyas, por que son escasas. No puede un policía y no se concibe, atacar a los inermes, ni puede subyugarlos ni atemorizarlos y está bien que así sea. Lo que tiene que hacer es entonces, luchar contra la delincuencia, contra el delito en todas sus expresiones. Combatirlo. Ponerle el pecho a las balas disparadas por los criminales. Trabajar para defender la vida, la honra y los bienes de los ciudadanos. Puede apresar a los delincuentes, preferiblemente en flagrancia. Y debe hacerlo para que la justicia en su sabiduría actúe. Para que ella, como ocurre casi siempre, ponga a los capturados delincuentes en libertad y por la autoridad de la ley. Los medios de prensa, informamos a diario sobre capturas y sobre más capturas. Delincuentes entregados a la justicia, para que ésta la ‘haga’ otorgando inmediatamente la libertad, don preciado de todos los hombres de la tierra.